viernes, 10 de abril de 2009

Guáimaro en el orgullo de los camagueyanos

Por Lic. Reinier Barrios Mesa
(barrios@rflorida.icrt.cu)

140 años nos separan desde aquella mañana gloriosa en que los cubanos decidieron dotar a la lucha iniciada en octubre de 1868 de un cuerpo legal, que fuera capas de conducir de manera democrática la gesta iniciada en el oriente del país, y que aunara las voluntades en pos de la emancipación verdadera.

En Guáimaro brilló el genio de Carlos Manuel de Céspedes, cuyo mérito indiscutible por ser el iniciador causaba la admiración de los asistentes, también el arrojo y gallardía del más hermoso de los hijos del Camaguey legendario, Ignacio Agramante el maestro de la esgrima que ya ganaba combates con su caballería en las llanuras de estas tierras.

A pesar de las divergencias propias de aquella primera vez, Guáimaro les enseñó a los cubanos la necesidad de la unidad, aquella reunión puso a las mujeres como parte de nuestras luchas, cuando Ana Betancourt exigiera un lugar más allá del rincón oscuro y tranquilo del hogar.

La comarca de grandes industrias azucareras y terrenos dedicados al ganado fue la madre amantísima de aquella primera reunión, donde los cubanos decidían los destinos de la isla, en un ambiente de patriotismo y entrega por la causa de la libertad.

Guáimaro abrió el camino para que después otras constituciones también se hicieran en Camaguey y desde entonces nuestra región brillara como un baluarte de las leyes y la institucionalidad de la República, por eso hoy cuando regresamos 140 años en el tiempo llegamos hasta nuestro presente orgulloso de esa historia de la que una vez los camagueyanos fuimos protagonistas.

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