miércoles, 22 de septiembre de 2010

Desde el centro del mundo


El pie derecho en el hemisferio norte, el izquierdo en hemisferio sur y yo en el centro del mundo. Nada ofrece la perspectiva y el entendimiento de la vida, como ese estar a la mitad de todo, como ese mirar desde el mismo medio de las cosas. Por eso ahora que fui al sitio en el cual los quiteños rinden tributo a la ubicación geográfica de privilegio con que los situó el destino, yo entiendo mejor este globo donde vivimos, y asumo de otra manera las actitudes, conductas y decisiones de quienes moran en él.
Allá me fui gracias a mis ansias de viajero incansable, a mis afanes de conocer todo cuanto pueda en esta vida, conciente de que es sólo un instante lo que nos toca a cada cual, y que hay que aprovecharlo al máximo. El parque “A la Mitad del mundo” me recibió en una de esas mañanas de Quito, en las cuales el sol anuncia un día de verano para ellos, similar al mas típico invierno de los cubanos. El encuentro con gente de pasado, presente y futuro, auguraba la mejor de las jornadas para mí.

No más llegar y ya estaba la enorme emoción de sentirme cerca de Cuba. El centro del mundo ha decidido hacer un espacio a Martí, y en una hermosa plaza se levanta su imagen, de mirada profunda y brazos abiertos sobre la piedra, como tributo perpetuo a este hijo de América, que soñó con la independencia y los deseos de unidad. Frente a su figura no pude menos que hacer silencio, y evocar la isla de las palmas, el mar siempre azul y la gente alegre, en donde nacimos los dos.

El monumento que marca justo la línea del ecuador, fue construido en el año 1979. Es un hermoso edificio de hormigón armado, con revestimiento de piedra andesita pulida. Se levanta 30 metros sobre el nivel de la tierra y en su parte superior, tiene un globo terráqueo con un peso aproximado de 5 toneladas. Dentro de la mole existe un museo donde el visitante puede apreciar una muestra de los distintos grupos étnicos que componen la nación ecuatoriana, y donde es posible comprobar la riqueza cultural de la gente de por aquí.

Para un cubano cualquiera estar en el centro del mundo es algo así como un sueño hecho realidad, como un momento importante, como algo supremo. Andamos tan acostumbrados nosotros a no entender de mitades, de diferencias, somos tan dados a definirnos de derechas o izquierdas, que tener los pies en los dos lados, fue algo fantástico. Por eso desde la altura máxima de aquel fascinante edificio, y a más de 2 483 metros sobre el nivel del mar, mire hacia la isla y otra vez fui feliz.

Estar en el medio no es tan malo, se los digo yo, desde el centro del mundo.


viernes, 17 de septiembre de 2010

En Quito una Capilla para el Hombre, una capilla para la Paz


Mantengan una luz encendida, que siempre voy a volver.
Oswaldo Guayasamín (1919- 1999)


Estuve ya en la Capilla del Hombre. Casi sin sacudirme el polvo del camino, como aquella vez hizo Martí cuando llego a Caracas y se fue a la estatua de Bolívar, yo fui a cumplir uno de los propósitos mayores de mi vida. El sueño de tener una capilla para la unidad de los hombres del mundo, de este poeta de la línea nacido el 6 de junio de 1917 en estas tierras que ahora me acogen, se hizo posible años después de su muerte. Sin embargo su espíritu vibra en cada piedra de este recinto, desde el cual puede verse una buena parte de Quito. Nadie como Guayasamín para entender la esencia del continente nuestro.
Nadie como él para traducir en figuras, sobre el lienzo, el sufrimiento de una tierra pródiga en matices, olores, y leyendas. En sus pinturas primeras aquel pacto suyo con el llanto, aquella necesidad de entender el dolor de la conquista, la marca de las dictaduras, la zanja profunda que en la historia nuestra hicieron las ambiciones individuales de quienes se creyeron próceres en este lado del mundo. Luego vino el tiempo para la ira, el grito contra toda forma de injusticia, la denuncia contra la guerra y las maldades humanas. Tal período dió paso entonces a un tiempo para la ternura, donde el sentimiento maternal y el canto a la paz son el centro de sus piezas.

Todo eso puede verse en La Capilla del Hombre, donde otros artistas de Ecuador se unieron para terminar lo que Guayasamín dejo inconcluso a su muerte, después de 79 anos de vida y de peregrinar por el mundo. En aquel sitio y a tantos kilómetros de la isla, otra vez sentí la emoción de venir de una tierra que le fue muy cercana al pintor. Tantas veces retrató a Fidel, tan hondo caló en su vida la historia de nuestra patria, que en la capilla no podría estar al margen de la invasión a Girón, o las memorias de sus muchas visitas al pequeño caimán.


Frente al mural de quienes colaboraron en este hermoso proyecto vi el nombre de Silvio Rodríguez y el agradecimiento al Gobierno de Cuba. Lágrimas no contuve en mis ojos frente al Árbol del la Vida. El sitio que en el patio de la Casa Blanca donde vivió sus últimos días este hombre, descansan en una vasija de barro sus cenizas. La Capilla del Hombre en uno de los barrios de Quito, hace honor a un ser extraordinario hijo de indio, de quien se cuenta que cuando chico mezclaba la tierra con las pinturas en busca de la textura perfecta para sus cuadros. Este recinto de silencio y denuncia, nos muestra el mundo interior de un artista que creyó que pintar era una forma de oración, pero también de grito.

Ante tanta majestuosidad yo agradecí otra vez a la vida esta oportunidad, y volví a sentirme orgulloso de cuanto ha hecho mi isla por hacer realidad esos sueños de paz y justicia que una vez alimentaron los días de Guayasamín. No andamos los cubanos tan lejos de ese espíritu que vibra en estos muros. Frente a la fuerza de sus piezas el canto de América aun resuena en mis oídos.

martes, 14 de septiembre de 2010

Entre las nubes.

Las nubes fueron siempre algo muy importante en mis fantasías primeras. De modo que ellas estaban en el cielo asumiendo las más caprichosas formas, mientras los meteorólogos se encargan de clasificarlas en cúmulos, cirros o estratos. Pero aquella mañana del 11 de septiembre del 2010, yo tuve tantas nubes para mí, que ni siquiera hoy alcanzo a creer cómo no me llevé alguna conmigo, cómo fue que las dejé escapar así y ahora las extraño tanto.



Salí de la isla justo al amanecer de este día, cuando medio New York recordaba las víctimas de los fatídicos atentados de las torres Gemelas, Chile hacía el homenaje a quienes murieron combatiendo el golpe de estado perpetrado por Pinochet, y muchos cubanos comenzaban a vivir un sábado de alegrías y diversión. Unas horas antes el abrazo a la familia, los besos a los vecinos, los consejos de la madre y hasta las incomprensiones de otros, que creí mucho más inteligentes y que no entendieron que es imposible cortar las alas a alguien como yo.


Por eso emprendí viaje a Quito, capital de la Republica del Ecuador, el sitio que diera cuna a Guayasamín, la tierra que hoy se empeña en una revolución ciudadana que ya transforma la realidad de la gente más pobre, la ciudad que vive orgullosa de estar situada en la mitad del mundo. Debía antes pasar por la patria de Omar Torrijos, por el lugar donde los afanes del hombre partieron en dos el continente nuestro, con un hermoso canal que hoy otorga agilidad al comercio mundial, y se muestra como una verdadera maravilla de la ingeniería.


Me vine cargado de sueños. Me traje un libro, un vaso, un bolso con la imagen estampada del Che y muchos deseos de vivir nuevas cosas. Pero de las emociones que me ha regalado la vida desde aquel 11 de septiembre, ninguna supera el momento en el que el vuelo de Copa Airlines levantó sus alas y me elevaba al cielo. Tenía las nubes en mis manos y la isla se hacia diminuta a mi espalda. La Habana me regalaba su Malecón, la cúpula del Capitolio Nacional, los barrios próximos a la terminal Tres del Aeropuerto Jose Martí. Y yo la veía a mis espaldas y sonreía orgulloso y agradecía a la vida el enorme privilegio de tantas imágenes que en aquel minuto preciso vinieron a mi mente.


Y a pesar de que ahora vivo mis días a mas de dos mil metros sobre el nivel del mar, me zumban los oídos constantemente, me abruman los tantos anuncios ofreciendo todo y a todos los precios, a pesar de que no veo por ninguna parte el azul de las playas, y que extraño demasiado el arroz con frijoles de mi mamá; agradezco a la vida la posibilidad de regalarme aquellos minutos entre las nubes, aquella visión última de mi patria querida, y el placer de saberme cubano aún, a pesar de la distancia, el tiempo, las incomprensiones.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Otro septiembre de mi vida

Septiembre fue siempre tiempo de comienzos para mi.
Septiembre de nuevos libros, de pañoletas de amigos de todas partes.
Septiembre de flores amarillas, Virgen del Cobre y velas quemándose.
Septiembre de huracanes, árboles cayéndose, y mucha lluvia.
Septiembre de viajes, de radio, de adoquines.
Septiembre de amigos, de cumpleaños de amantes lejanas, de historias que se cuentan.
... y ahora otra vez el calendario marcando la fecha en que pondré distancias en entre el pasado y los recuerdos , y yo con esta pasión desenfrenada, con estos deseos locos, con esta duda perenne en la cual convierto otro Septiembre de mi vida.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Regresos…

A MGV, el dueño de las fotos.
He vuelto a la ciudad de río enorme, puente de hierro y edificios antiguos. He vuelto guiado por el recuerdo y la necesidad de reencuentro. He ido al sitio donde nació una mujer capas de hacer renunciar a la corona a un príncipe europeo, a la ciudad que vio en el pequeño Wilfredo Lam, el talento suficiente para colectar dinero y enviarlo a Francia para hacerlo el más universal de los pintores cubanos.

Estuve nuevamente en las cercanías del muelle por el que salían vapores hacia todas partes. La ciudad que alberga en una de sus calles a la Villa de París, como recuerdo de la majestuosidad de otros tiempos. El lugar que dio cuna a Mañach, y punto de visita de Plácido, Lorca y las mismísima Sara Bernhardt.

Esta manía de andar por todas partes me ha llevado otras veces a romper zapatos, gastar las monedas de mi bolsa, y otra vez sentirme así, expectante ante lo que me promete el final del camino. Sin embargo esta vez lo sabía, y las emociones eran distintas a la de otros viajes.

Otra vez he visto la puerta de hierro, la imagen de la virgen inmaculada salida de las manos del padre del barroco español, el hermoso hotel ahora tapiado por una cerca de hierro, gracias a las plantas que crecen en su fachada.

Volví a la calle que perpetúa la memoria del descubridor de América, atravesé el parque que guarda los restos de los muchos héroes de batallas en aquella tierra pródiga en historias, leyendas y gente importante.
Y vi a mis amigos, a mis amores primeros, y recorrí los sitos donde me pasaron las mejores y peores cosas de mi vida, y me reí, y lloré, y tuve otra vez la posibilidad de soñar con futuros, con encuentros en ciudades lejanas, y aunque la lluvia dejó colgada en mis labios palabras de último minuto, yo agradezco este chance.

Porque lo mejor de volver, fue verte otra vez. Y aunque la blancura se adueñe de tu piel para hacerte parecer más irreal y etéreo, el silencio se haga protagonista de tus horas, aunque te debatas entre amores lejanos y los ahora más palpables, aunque yo cada vez esté más lejos de ti, vivo feliz porque son menos las razones para hacerme prescindir de tu letra, tu pensamiento y tu presencia. En este andar que muy pronto me llevará por otros caminos yo te recuerdo así, entre las mejores cosas de este eterno tiempo de regresos en el que después de ti convierto mi vida.