jueves, 5 de noviembre de 2009

Reflexiones desde la casa de un genio

Por Lic. Reinier Barrios Mesa
(barrios@rflorida.icrt.cu)

Acercarse a la historia de un artistas suele ser siempre una aventura maravillosa , pero estar alli donde nació un genio, donde comenzó a gestarse un talento, donde se hizo el futuro desde los sueños infantiles, es como regresar a la semilla, es como volver, como estar, como no haberse ido jamás

De una sonrisa tierna, poética e ingenua se desprende la génesis de nuestros ancestros. De un culminar de estrellas como fuga de colores, nace exactamente la historia de un pincel. De un genio supuestamente a la deriva, de un color que se estremece entre los campos y palmeras, de un ritmo armónico y un punto fijo, allá en la magia y la sabiduría del tiempo de un país que marcó su identidad, viene este hombre.

África y Asia unidas en conjunto misterioso en una isla del Caribe, no se sabe si por azar, coincidencia o designios propios del destino. Wifredo Lam supo sintetizar arte y creatividad en una obra que trasciende a su espacio y a su momento.

Hasta el otrora barrio de chinos de la ciudad de Sagua La Grande me llevaron mis pasos de viajero. Desde Florida partí con mis sueños de poeta en bisca de mi karma. Quizás por casualidad o quizás porque si, llegué hasta la fachada de la vieja casa de tabloncillos, tan sencilla como él. Armado de mis sueños, mi admiración y el mejor de los príncipes como guía y cómplice me sentí otra vez pequeño ante la figura enorme de aquel poeta del pincel.

La presencia de Wifredo Lam en nuestra pintura es también el legado que hizo posible la mezcla de su manera de ser perfecta, de su sabiduría enigmática y su misterio ancestral. Nadie como él logro conjugar en sus trazos esa mezcla de culturas que es la cubanidad. Aquel ajiaco que alguna vez definiera el maestro Fernando Ortiz encontró en Lam su expresión máxima en el ámbito de la plástica nacional.
Y es que mucho se ha dicho del cubano, mitad chino, mitad negro, pero nada tan justo como el epíteto de pintor de mejor proyección internacional de la isla.

A las obras de Lam regresan los especialistas de estos tiempos quienes dan nuevas lecturas a sus sillas pintadas, sus girasoles o sus árboles enrevesados simulando junglas perdidas o bosques exuberantes. Hoy esas obras integran las más prestigiosas colecciones de arte y se cuelgan en las paredes de los más importantes museos y galerías en ciudades como Nueva York, París o La Habana.

En su personalidad se resumen al ser humano que una vez amó a su país y defendió la posibilidad de encarar el arte desde una manera propia de hacer. Lam fundó escuelas para nuestra pintura y aún su nombre recorre los circuitos de distribución y apreciación del arte en diversas partes del mundo. El artista universal que trascendió a su época, el cubano que hizo que el nombre de nuestra patria brille con letras doradas en las galerías y museos, permanece entre nosotros con su maestría y manera propia de hacer.

En ese punto mágico y afilado que es la punta de una palma se encierra parte del color del Caribe. Lam marca la línea de sus formas, y en su nombre hoy se conjuga en una historia que se convierte en genialidad,mezcla,humanismo, pasión, cultura.