jueves, 3 de marzo de 2011

Últimos días


He estado ausente. Estos días de viajero a la mitad del mundo, han dejado de ser vertiginosos y cautivantes, para dar paso a una cotidianidad que pocas veces me muestra cosas trascendentes. Otras penas del alma, preocupaciones del pensamientos, análisis de pérdidas y ganancias, me han abrumado en los últimos tiempos, haciéndome imposible ese acto tremendo que es el de enlazar letras, formar oraciones, escribir. Sin embargo la verdad es que no me he detenido, que he seguido viviendo, que permanezco fiel en el empeño de beber hasta la última de sus esencias la experiencia de sentirme mucho más cerca de América.

Por eso les debo a mis amigos las líneas que ya no vendrán. El recuerdo del primero de mis fines de años fuera de Cuba. La experiencia de sentir que llegaba el primero de enero, la revolución cumplía otro aniversario y yo no estaba allí, para sacar el cubo de agua, sentir sonar los disparos de alegría, o abrazar a los míos. Fue un fin de año entre cubanos lejos de la isla, en el que no faltó el congrís, las yucas o el puerco en la púa, pero en el que las lágrimas al escuchar justo a la media noche las notas del Himno de Bayamo, me mostró que la Patria es algo que nos pertenece a todos y que a veces duele. En el primer día de este 2011 vi otra vez el Pacífico en su enormidad y volví a Quito, para asombrarme ante la magnitud de aquella cordillera que no sé por qué la gente de aquí, decidió llamar Los Andes.

Luego vino una vez más la experiencia de enseñar periodismo en Ecuador, de aprender de diferencias y consecuencias del capitalismo. La posibilidad de viajar a Guayaquil, la segunda de las ciudades en importancia política, y la cual crece impetuosa al margen del río Guayas, en uno de los más grandes entrantes de ese océano tremendo que custodia las costas de esta nación. La urbe debe su nombre a la leyenda de amor entre el cacique Guayas y su amada Kil, a quien prefirió asesinar el guerrero antes de verla vejada por los conquistadores. Otra vez la vuelta a Quito y la admiración desde el aire de los volcanes Chimborazo, Cotopaxi, Cayambre, Pichincha. La ciudad que crece impetuosa, el sitio donde vivo, sueño, y construyo futuros aun inciertos, es más grande de lo que imaginaba.

Pero también he perdido en estos días. Se fue Yuset. Mi mamá se hizo máster y no pude estar en su momento de éxito. Mis amigos más cercanos poco a poco se adaptan a ya no tenerme cerca y aumentan las distancias entre uno y otro mensaje. Y se me escapa el principal de mis apoyos, la razón de todos mis errores de los últimos tiempos. Ahora busca caminos distintos. También aquí, he sentido los vejámenes de ser extranjero en una tierra emisora constante de gentes a otras partes, pero intolerante a quienes en mayorías deciden venir aquí. Sin embargo no dejo de sonreír a toda costa, porque cada tropiezo o alegría, ha sido para aprender. Otros proyectos me mueven y me sumerjo en la literatura venidas desde sensibilidades de mujeres, y sueño con hacerme doctor en ciencias de al arte, y vivo pendiente del momento enorme de ver otra vez a los míos. Cuando medio año llevo fuera de Cuba, vuelvo una y otra vez a mí, y me reconozco un mejor Reinier.

Ese es el mejor saldo de estos, mis últimos días.

2 comentarios:

kikeperdomo dijo...

Reinier, tira el cubo de agua todos los días. Aquí sabes que tienes un amigo y si los kilómetros son contundentes, el respeto hacia ti y el cariño también cuentan. Extrañaba esa faceta tuya de escritor. Recuerda que escribir es una buena catarsis para el alma.

eidis dijo...

estas realmente más alla de esa delgada linea que divide el periodismo de la literatura, que también la cruzó martí en sus crónicas de vieje y galeano en sus libros, nada amigo que te estas dedicamdo al oficio más solitario del mundo-como diria gabo- siempre los buenos escritores comienzan como periodistas...