martes, 14 de septiembre de 2010

Entre las nubes.

Las nubes fueron siempre algo muy importante en mis fantasías primeras. De modo que ellas estaban en el cielo asumiendo las más caprichosas formas, mientras los meteorólogos se encargan de clasificarlas en cúmulos, cirros o estratos. Pero aquella mañana del 11 de septiembre del 2010, yo tuve tantas nubes para mí, que ni siquiera hoy alcanzo a creer cómo no me llevé alguna conmigo, cómo fue que las dejé escapar así y ahora las extraño tanto.



Salí de la isla justo al amanecer de este día, cuando medio New York recordaba las víctimas de los fatídicos atentados de las torres Gemelas, Chile hacía el homenaje a quienes murieron combatiendo el golpe de estado perpetrado por Pinochet, y muchos cubanos comenzaban a vivir un sábado de alegrías y diversión. Unas horas antes el abrazo a la familia, los besos a los vecinos, los consejos de la madre y hasta las incomprensiones de otros, que creí mucho más inteligentes y que no entendieron que es imposible cortar las alas a alguien como yo.


Por eso emprendí viaje a Quito, capital de la Republica del Ecuador, el sitio que diera cuna a Guayasamín, la tierra que hoy se empeña en una revolución ciudadana que ya transforma la realidad de la gente más pobre, la ciudad que vive orgullosa de estar situada en la mitad del mundo. Debía antes pasar por la patria de Omar Torrijos, por el lugar donde los afanes del hombre partieron en dos el continente nuestro, con un hermoso canal que hoy otorga agilidad al comercio mundial, y se muestra como una verdadera maravilla de la ingeniería.


Me vine cargado de sueños. Me traje un libro, un vaso, un bolso con la imagen estampada del Che y muchos deseos de vivir nuevas cosas. Pero de las emociones que me ha regalado la vida desde aquel 11 de septiembre, ninguna supera el momento en el que el vuelo de Copa Airlines levantó sus alas y me elevaba al cielo. Tenía las nubes en mis manos y la isla se hacia diminuta a mi espalda. La Habana me regalaba su Malecón, la cúpula del Capitolio Nacional, los barrios próximos a la terminal Tres del Aeropuerto Jose Martí. Y yo la veía a mis espaldas y sonreía orgulloso y agradecía a la vida el enorme privilegio de tantas imágenes que en aquel minuto preciso vinieron a mi mente.


Y a pesar de que ahora vivo mis días a mas de dos mil metros sobre el nivel del mar, me zumban los oídos constantemente, me abruman los tantos anuncios ofreciendo todo y a todos los precios, a pesar de que no veo por ninguna parte el azul de las playas, y que extraño demasiado el arroz con frijoles de mi mamá; agradezco a la vida la posibilidad de regalarme aquellos minutos entre las nubes, aquella visión última de mi patria querida, y el placer de saberme cubano aún, a pesar de la distancia, el tiempo, las incomprensiones.

2 comentarios:

Ramon dijo...

Reinier,

Gracias por compartir tus vivencias al ver a Cuba desde el avion. Estoy seguro de que es una experiencia imborrable.

Que Dios guie siempre tu pluma y te acompane a donde quiera que vayas.

Froilán dijo...

Wao hermano como siempre es un placer poder tenerte como ese pedazo de uno mismo, que tiene las alas puestas para emprender los viajes a dicímiles lugares, es increíble ese afán TUYO por el conocimiento de lo que para otros es no comprenderte, pero para ti es la vida, saludos desde la tierra de arroz con frijoles, cuídate mucho y recuerda: SIEMPRE CUBANO