viernes, 17 de septiembre de 2010

En Quito una Capilla para el Hombre, una capilla para la Paz


Mantengan una luz encendida, que siempre voy a volver.
Oswaldo Guayasamín (1919- 1999)


Estuve ya en la Capilla del Hombre. Casi sin sacudirme el polvo del camino, como aquella vez hizo Martí cuando llego a Caracas y se fue a la estatua de Bolívar, yo fui a cumplir uno de los propósitos mayores de mi vida. El sueño de tener una capilla para la unidad de los hombres del mundo, de este poeta de la línea nacido el 6 de junio de 1917 en estas tierras que ahora me acogen, se hizo posible años después de su muerte. Sin embargo su espíritu vibra en cada piedra de este recinto, desde el cual puede verse una buena parte de Quito. Nadie como Guayasamín para entender la esencia del continente nuestro.
Nadie como él para traducir en figuras, sobre el lienzo, el sufrimiento de una tierra pródiga en matices, olores, y leyendas. En sus pinturas primeras aquel pacto suyo con el llanto, aquella necesidad de entender el dolor de la conquista, la marca de las dictaduras, la zanja profunda que en la historia nuestra hicieron las ambiciones individuales de quienes se creyeron próceres en este lado del mundo. Luego vino el tiempo para la ira, el grito contra toda forma de injusticia, la denuncia contra la guerra y las maldades humanas. Tal período dió paso entonces a un tiempo para la ternura, donde el sentimiento maternal y el canto a la paz son el centro de sus piezas.

Todo eso puede verse en La Capilla del Hombre, donde otros artistas de Ecuador se unieron para terminar lo que Guayasamín dejo inconcluso a su muerte, después de 79 anos de vida y de peregrinar por el mundo. En aquel sitio y a tantos kilómetros de la isla, otra vez sentí la emoción de venir de una tierra que le fue muy cercana al pintor. Tantas veces retrató a Fidel, tan hondo caló en su vida la historia de nuestra patria, que en la capilla no podría estar al margen de la invasión a Girón, o las memorias de sus muchas visitas al pequeño caimán.


Frente al mural de quienes colaboraron en este hermoso proyecto vi el nombre de Silvio Rodríguez y el agradecimiento al Gobierno de Cuba. Lágrimas no contuve en mis ojos frente al Árbol del la Vida. El sitio que en el patio de la Casa Blanca donde vivió sus últimos días este hombre, descansan en una vasija de barro sus cenizas. La Capilla del Hombre en uno de los barrios de Quito, hace honor a un ser extraordinario hijo de indio, de quien se cuenta que cuando chico mezclaba la tierra con las pinturas en busca de la textura perfecta para sus cuadros. Este recinto de silencio y denuncia, nos muestra el mundo interior de un artista que creyó que pintar era una forma de oración, pero también de grito.

Ante tanta majestuosidad yo agradecí otra vez a la vida esta oportunidad, y volví a sentirme orgulloso de cuanto ha hecho mi isla por hacer realidad esos sueños de paz y justicia que una vez alimentaron los días de Guayasamín. No andamos los cubanos tan lejos de ese espíritu que vibra en estos muros. Frente a la fuerza de sus piezas el canto de América aun resuena en mis oídos.

3 comentarios:

Ramon dijo...

Reinier,

Me gusto mucho lo que escribistes en este relato. No es dificil viajar contigo hasta ese lugar en sentido figurado pues haces muy clara tu exposicion acerca del mismo.

Gracias una vez mas por tus escritos y relatos. Ramon

Wolfgang dijo...

gracias amigo, megusto mucho como escribes

Jaime Yoan Batista Peña dijo...

Saludos colega:

El pasado mes de mayo conversé en mi programa de TV con el hijo de Guayasamín. Pablo, el Presidente de la Fundación Oswaldo Guayasamín.
Te invito a que visites mi blog y conozcas algo de lo que él dice. Te gustará, como a mí visitar un día ese hermoso lugar.
PD: jaimeyoan.blogspot.com