sábado, 28 de agosto de 2010

El día que más cerca estuve de las estrellas

Siempre quise tener una estrella.

Hubo un tiempo en el que creí que ellas eran bombillos colocados en el cielo. Por ese entonces vivía en una casa donde el techo de tejas antiguas no ofrecía seguridad para que los muchachos del barrio anduviéramos por allí y nos sentáramos a contarlas en las noches Tenía yo solo cuatro años y creía entonces que aquel cielo tan inmenso no tendría fin.

Pero los recuerdos de mi infancia son ahora muy difusos, en verdad he vivido más de 20 años de mi vida en la primera planta de edificio multifamiliar con demasiada gente encima todo el tiempo. Por eso mi encuentro con las estrellas tuvo que esperar tanto. Pero al fin lo conseguí y fue una mañana de junio allá en la capital de todos los cubanos, cuando me ensayaba de viajero, como tantas otras veces de mi vida. La Plaza Vieja del centro histórico de la ciudad del Malecón, El Capitolio y la Plaza de la Revolución José Martí, acoge una instalación hecha desde el buen gusto, donde ciencia y conciencia se conjugan para desentrañar los misterios del cosmos.

Aquel planetario regalado a quienes viven en la Habana o se atreven a visitarla, fue construido gracias a la insistencia de Eusebio Leal y con la cooperación de varios países del mundo, quienes pusieron a disposición de los especialistas cubanos, la más moderna tecnología para explicar los principales sucesos en el devenir de la formación de nuestros planetas y estrellas principales.

Frente a aquel espectáculo de la naturaleza recreado de manera magistral por hombres de ciencia en la isla, entendí cuán diminutos somos en el universo y sobre todo cuán importante resulta que cuidemos ese pequeño planeta que nos han dado por casa. Regresé a mis días de pequeño andarín, cuando miraba las estrellas intentando comprender de dónde venían aquellas luces que me regalaba la oscuridad de la noche. Y los supe allí gracias a explicaciones venidas desde el talento, la sensibilidad y la dulzura, las cuales jamás olvidaré.

Entendí incluso, cuan diminuta es nuestra vida, cuan corto es el tiempo que se nos asigna para conseguir cosas, y sobre todo el orgullo de lo que puede significar soñar mucho con algo y verlo finalmente conseguido. Y me sentí pequeño ante ese universo sobrecogedor del que somos parte, y como Martí pensé en “la estrella que ilumina y mata”, y evoqué aquella imagen del poema de Dulce María donde incita al hermano amado a poner las manos para robarse una estrella venida del cielo.
Y es que han sido tan importantes las estrellas en mi vida que después de aquella visita a este santuario de la ciencia y el conocimiento, ando incesantemente buscando la mía.

7 comentarios:

Unknown dijo...

Barrios, gracias por llevarnos a ese lugar al que todavía muchos como yo, no he hemos llegado,pero que ahora me empeño en conocer, si tan cercano a las estrellas está, si de él podemos aprender a cuidar mejor el planeta en que vivimos..Sólo que no comparto eso de que aún andas buscando tú estrella, yo creo que tú estrella te acompaña desde el día que naciste, y con ella te alumbras y alumbras a todos los que tenemos la oportunidad de sentirte como compañero y amigo; esta es una buena señal para que te percates de que sí la encontraste, que siempre te acompañó, te acompaña y te acompañará, siempre que su luz siga iluminando para bien, miráte, quien sabe si en una noche bien oscura y te darás cuenta que esa estrella ya la encontraste
Jose

Wolfgang dijo...

que interesante

Maykel dijo...

Esta crónica tuya está perfectamente emparentada con poema fechado en Sagua, en 1853, que según Cintio Vitier contiene el primer cielo estrellado de nuestra poesía y el primer diálogo del hombre con las estrellas. De hecho, terminan iguales.

Te has tardado en publicar, pero me ha gustado mucho.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Las estrellas están en el alma y se arrastran a todas partes, no importa donde estemos: Alaska, Florida, Piedrecitas, París o el más remoto poblado de América del Sur...Camaguey es mi estrella y nadie ni nada puede arrebatármelo, y gracias a los recuerdos buenos y malos me acompaña siempre

Anónimo dijo...

Gracias por hacerme participe de estas reflexiones de niño hecho hombre. Seguro encontrarás tu estrella porque ya tu eres estrella de aquellos que te conocen y han gozado de tu compañía. Un abrazo.

Ramon dijo...

En buen cubano, te la comistes! Estoy de acuerdo con los que me han precedido en comentar sobre esta entrada en que la vida te aproxima a las entrellas dia a dia.

Confio en Dios y le pido a el que te siga acercando a las estrellas en la manera y forma que la circunstancia lo requiera. Gracias

Unknown dijo...

Con la certeza que me lees Reinier, quiero decirte que te sigo leyendo todo el tiempo y admirando lo que bien sabes hacer. Te admiro y te envio mis afectos ya admiración.

Salvador Sánchez Rojas
México.-